Ni se llamaba Oscar ni era de Estados Unidos, la inspiración de los Premios Oscar fue pura casualidad
La historia detrás del nombre de uno de los premios más prestigiosos de la industria cinematográfica es tan inesperada como fascinante. Contrario a la creencia popular, la inspiración detrás de los Premios Oscar no tuvo origen en un hombre llamado Oscar ni en territorio estadounidense. Según revelaciones recientes, el nombre surgió de manera casual durante una conversación entre la bibliotecaria de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, Margaret Herrick, y el director ejecutivo de la época, Myron Selznick. A partir de ese momento, el apodo Oscar se popularizó rápidamente y terminó por convertirse en el nombre oficial de las codiciadas estatuillas. Esta curiosa anécdota demuestra que, a veces, la creatividad y la inspiración pueden surgir de los lugares menos pensados.
El revolucionario mexicano detrás de la icónica estatuilla de los Premios Oscar
Descubre la historia del caballero desnudo que inspiró el trofeo de los Oscar. Ahora que ya sabemos los ganadores de los Premios Oscar 2024 es un momento tan bueno como cualquier otro para acercarse a una curiosidad que no muchos conocen. La del origen de la estatuilla de los Oscar, y la inspiración que llevó a dar forma al ya mítico aspecto que todos asociamos con los Premios de la Academia del cine de Estados Unidos: un revolucionario mexicano.
El origen de la estatuilla de los Oscar
La historia más conocida es la de cómo, tras darse forma a la Academia y decidir que se haría una entrega de premios entorno a ella, el director de arte de MGM, Cedric Gibbons, diseñó la estatua de un caballero con una espada de las cruzadas situado frente a un rollo de película con cinco radios. La espada simboliza la protección del arte, mientras que cada uno de los radios hace referencia a las ramas de la Academia: actores, directores, productores, técnicos y guionistas.
Lo que durante años no estuvo tan claro, en cambio, fue de dónde había sacado Gibbons el diseño, y es justo ahí donde entra en escena Emilio El Indio Fernández, un luchador de la Revolución mexicana que, tras ser capturado, se exilió a los Estados Unidos donde iniciaría una carrera en Hollywood como extra.
Allí conoció a Dolores del Río, pareja de Cedric Gibbons, que presentó a Fernández como el modelo ideal para el trofeo que el artista estaba diseñando. Pese a mostrarse reticente a quitarse la ropa para ser dibujado, el actor finalmente accedió a la propuesta, convirtiéndose así en el caballero desnudo con la espada de los cruzados que luego el escultor George Stanley inmortalizaría para siempre en forma de estatuilla.
Su historia ni mucho menos termina ahí, ya que tras volver a México terminó convirtiéndose en un reputado actor y director. La fama de Emilio Fernández va mucho más allá de servir de inspiración para la estatua, pasando por una nominación a los Premios Oscar, ganando una Palme d’Or en el Festival de Cannes por María Candelaria, y un premio a Mejor Película en el Festival de Venecia por La Perla.
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