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El verano en que Spielberg y Lucas forzaron a EEUU a revolucionar su sistema de clasificación cinematográfica

En el verano de 1984, dos de los más destacados directores de cine de la época, Steven Spielberg y George Lucas, se convirtieron en los protagonistas de un cambio revolucionario en el sistema de clasificación cinematográfica de los Estados Unidos. La polémica generada por la censura a sus películas, como Indiana Jones y el templo maldito y Gremlins, llevó a la Motion Picture Association of America (MPAA) a modificar drásticamente su enfoque en la clasificación de las películas, sentando las bases para el sistema de calificación que conocemos hoy en día.

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Corría el año 1984 y los cines de Estados Unidos se regían por una regla inamovible. Las películas marcadas como G estaban abiertas a todos los públicos en general, las PG requerían una guía parental en la que los padres debían acompañar a los niños al cine, las R estaban restringidas a mayores de 17 años o la compañía de un adulto, y las X no admitían acceso a ningún menor de edad.

Ese mismo verano llegaban a los cines Gremlins, Indiana Jones y el Templo Maldito y Poltergeist, y todas ellas eran PG. Convertidas en las grandes películas de los estudios para ese verano, con los nombres de Steven Spielberg y George Lucas apadrinando todas ellas, puede que Poltergeist fuese la única que ya dejaba claro desde el principio por dónde iban a ir los tiros, pero las otras dos… Digamos que fueron bastante más ambiguas en su presentación.

Spielberg y Lucas pusieron los cines patas arriba. El simpático Gizmo parecía el absoluto protagonista de una cinta destinada a vender muñecos adorables, pero Gremlins terminó siendo una demencial colección de situaciones gore con bichos metidos en batidoras mientras otros disparan revólveres o portan sierras mecánicas con intenciones alejadas de la tala de árboles o la marquetería a gran escala. Podéis imaginar las pesadillas de los críos los días posteriores.

Pero vayamos un paso más allá, porque lo de Indiana Jones y el Templo Maldito no se queda en absoluto atrás. En las antípodas de lo que era la primera película, aquí había sesos de mono para cenar, bichos por todos lados, un culto que secuestra niños y, cómo olvidarla, una secuencia en la que se arranca el corazón de Indiana de cuajo para enseñárselo al público con todo lujo de detalles. Una película y una escena que, según algunos expertos, es en realidad una alegoría del oscuro momento que estaba pasando Lucas tras lidiar con su divorcio.

Coincidiendo con una era mucho más moralista y remilgada, la política de Estados Unidos se vio obligada a ceder a las presiones de los padres de comunidades cristianas que reclamaban haber sido engañados con aquellas películas, pero por miedo a perder a todo ese público que sabían que, atraído por el morbo iba a ir a ver aquellas cintas, el sistema de calificación por edades aprobó la creación de un PG-13 que han terminado haciendo más mal que bien a, por ejemplo, todas aquellas películas que no se atrevieron a ir un paso más allá como sí ha hecho Deadpool y Lobezno a la hora de trasladar sus personajes a la gran pantalla.

Luis Hernández

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