La inteligencia artificial descubre un nuevo nicho en los chatbots sentimentales, pero también detecta alarmas rojas
En un revolucionario avance en el campo de la inteligencia artificial, investigadores han descubierto un nuevo nicho en los chatbots sentimentales, capaces de interactuar con humanos de manera emocionalmente inteligente. Estos sistemas, diseñados para simular emociones y emprender decisiones basadas en la empatía, prometen revolucionar la forma en que interactuamos con la tecnología. Sin embargo, este adelanto tecnológico también ha generado alarmas rojas entre los expertos, quienes advierten sobre los posibles riesgos éticos y consecuencias impredecibles que conlleva la creación de inteligencias artificiales que simulan emociones humanas.
La IA descubre un nicho sentimental, pero también detecta alarmas rojas en el amor por ordenador
La película Her de Spike Jonze, con Joaquin Phoenix y Scarlett Johansson, nos pintó una distopía sobre la inteligencia artificial que parecía a eones de distancia. Sin embargo, los chatbots románticos han crecido como la espuma desde que la IA se convirtió en parte de nuestra conversación habitual.
Con su auge, el amor por ordenador se ha postulado como una peligrosa mezcla de beneficios y red flags que tiene tan asustada como sorprendida a la comunidad científica. De la mano de aplicaciones como Eva AI, Nomi.AI y Replika, las compañías detrás de estas IA románticas ofrecen compañeros capaces de adaptarse a la conversación ofreciendo respuestas relacionadas con los intereses y necesidades comunicativas de quienes los usan.
La mezcla de beneficios y peligros de la IA romántica
Ya varios estudios han puesto sobre la mesa las bondades que ofrecen este tipo de servicios para luchar contra problemas de socialización, mejorar la capacidad comunicativa en relaciones a distancias, o incluso ayudar a quienes se ven afectados por cuadros de depresión provocados por el rechazo en el mundo real que comportan las aplicaciones de citas o la vida en sociedad.
La buena noticia es que las mujeres de China han encontrado a su hombre ideal. La mala es que es una inteligencia artificial sin control. Pero que la ciencia haya demostrado su potencial en ciertos campos no implica que sean una solución perfecta y, de hecho, este tipo de chatbots románticos están cargados de red flags capaces de terminar provocando más perjuicio del que parece.
Que los análisis de la inteligencia artificial hayan descubierto hasta qué punto una gran mayoría de aplicaciones aprovechan la información obtenida para vender o compartir esos datos con terceros, no es la única. A esos problemas de privacidad habría que sumar la posibilidad de empujar a sus usuarios hacia una dependencia emocional de la inteligencia artificial, así como potenciar un aislamiento que puede terminar afectando a su relación con el entorno y reducir el empuje a crear conexiones reales dentro de la sociedad.
Queda por ver si sus soluciones a nivel clínico pueden terminar imponiéndose sobre los problemas que conlleva, pero en cualquier caso parece una distopía que ha llegado para quedarse.
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